
Al ser sexóloga especializada en el campo de las relaciones de pareja, indiscutiblemente, creo que las relaciones se pueden trabajar a tal punto de lograr un equilibrio saludable para ambos. ¡Podemos tener relaciones exitosas! Aún cuando lleven muchos años de haberla formado. Sin embargo, también es cierto que las relaciones de pareja se enfrentan a grandes desafíos y esto no es solo para un pequeño grupo de personas. Nos pasará al 100% de las parejas.
¡La buena noticia es que se puede atravesar esos desiertos, valles y tormentas juntos y con amor!
Ahora bien, también he de reconocer que más de una vez he confrontado a las parejas que se sientan conmigo en coaching de relaciones y les pregunto por qué siguen juntos. Es una pregunta interesante ya que muchos no saben responderla, algunos otros hablan del miedo a separarse, y unos pocos logran reconocer la fortaleza de su relación.
¿Por qué pasa esto? Porque la gran mayoría de nosotros no tiene ni idea de por qué hacemos pareja. Aprendimos a caminar por lo que sentimos, pero no sabemos con qué propósito.
Las relaciones que funcionan tienen algunas características similares: se gustan uno del otro, hay admiración, tienen la capacidad de perdonar y ser perdonados, pueden moldearse a los cambios y comparten un proyecto de vida juntos.
Muchas parejas de las que recibo en consulta, y que continuaré viendo a lo largo de mi carrera, deberán romperse. Hay parejas que no pueden crecer juntos, que uno arrastra al otro, que hay violencia sistemática, que existe un ambiente tóxico, en la que la vida sexual no existe, donde hay celos e infidelidades constantes. Además, muchas personas tienen un concepto distorsionado del amor. Muchos de ellos vienen a consulta como última opción, en vez de capacitarse para prevenir los diversos conflictos que se presentarán en su relación.
Ahora, en esencia, todos tendremos personas cercanas que continúan juntos siendo infelices en su relación. Y nos preguntamos por qué. Aquí algunas posibles razones:
El psicólogo Daniel Gilbert habla sobre cómo subestimamos nuestra capacidad para adaptarnos a nuevas circunstancias. Es decir, nos sentimos incapaces de hacer nueva vida sin nuestra pareja actual.
Sentimos que hemos invertido demasiado en esta relación y, según la teoría de la inversión de Caryl Rusbult, sentimos dicha inversión como pérdida si la relación termina. Esto que dicen: "tanto nadar para morir en la orilla".
Existe también una fuertísima influencia social, cultural y familiar. Hay temor a ser juzgados, burlados y cuestionados por sus decisión de no continuar el vínculo, cuando en realidad, terminar relaciones puede ser un acto de amor propio y hacia esa persona con quien se ha construido algo valioso.
Sobre todo, cuando hay hijos, se siente una carga de responsabilidad enorme y gran culpa si se separan. Pero como hija de padres divorciados y como especialista en relaciones, créanme cuando les digo que los hijos necesitamos padres sanos y felices, no padres juntos. No debe existir una obligación a estar en un vínculo porque hay hijos, luego podemos hablar del co-parenting.
También puedo ver mucho miedo a la soledad, dependencia emocional y dependencia financiera, sumado a la expectativa irreal de cambio. Las personas sí cambian y las relaciones también, pero no deberíamos establecer relaciones con el potencial de la gente sino con su ejecución real y acción voluntaria.
Finalmente, un estudio de 2018 publicado en Journal of Personality and Social Psychology encontró que las personas son más propensas a quedarse en relaciones disfuncionales si creen que su partida perjudicará a su pareja.
Las relaciones son un ente vivo. No existe tal cosa como que "una vez que estamos juntos, ya es para siempre". Las relaciones se construyen día a día, cumplen con un propósito en nosotros. Crecemos en relaciones. Y algunas de las relaciones que llevemos a lo largo de nuestra vida terminarán, algunas cambiarán de forma y otras permanecerán.
Por lo pronto, trabaja en aquello que sí puedes controlar. El resto vendrá día a día.
En consulta, te puedo ayudar.
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